En tiempo de elecciones surgen todo tipo de propuestas interesantes, curiosas y otras imaginarias, como la de algunos candidatos que, pretendiendo congraciarse con Estados Unidos, ofrecen “restablecer las llamadas relaciones diplomáticas con Taiwán y, al mismo tiempo, mantener los intercambios económicos y comerciales con China”. El derecho internacional, una resolución de la ONU y la historia dicen que esto no es posible, no es cierto.
China y Taiwán no son dos países distintos. La pequeña isla es una provincia ocupada por Japón luego de sangrientas invasiones y la tuvo bajo su poder por 50 años. Los japoneses se unieron a la Alemania nazi y a la Italia fascista en la II Guerra Mundial y perdieron. En 1943, el gobierno chino firmó junto a Estados Unidos y Reino Unido la Declaración de El Cairo, en la que los invasores se comprometieron a devolver los territorios robados, incluidos el nordeste de China, Taiwán y las islas Penghu.
Al final de la guerra, en julio de 1945, se ratificó la decisión en la Proclamación de Potsdam, a la que se sumó la firma de la entonces Unión Soviética. Japón firmó la rendición y aceptó cumplir fielmente los acuerdos. Más claro imposible: China recuperó la soberanía sobre la isla de Taiwán.
Pero las cosas estaban tensas dentro de China, la mala administración, la corrupción y la brutal represión de 1947 del gobierno nacionalista o Kuomintang alentó la guerra civil, hasta la victoria del Partido Comunista Chino en 1949. El gobernante derrotado escapó a Taiwán llevándose el oro y los archivos. En ese momento germinaba la Guerra Fría y Estados Unidos decidió apoyar a los fugitivos, pretendiendo crear un país ficticio.
Sin embargo, en 1971, una aplastante mayoría de países votó en las Naciones Unidas la histórica Resolución 2758, que reconocía de manera solemne y plena el principio de una sola China, y más allá de eso, Taiwán es parte inalienable del territorio chino, y solo hay un gobierno que representa a toda la República Popular China, el único legítimo está en Beijing.
Bajo estas normas básicas del derecho internacional, unos 183 países (casi todos) reconocen y mantienen relaciones diplomáticas con China; de hecho, Taiwán no tiene embajada en Estados Unidos ni en Europa, y apenas lo aceptan un par de naciones latinoamericanas. Con eso queda clarísimo que cualquier intento de entablar “vínculos oficiales” con los taiwaneses contradice la autoridad de la ONU.
Mucho que perder
Con esto en mente, no hay manera de extraviarse. China en un gigante mundial que todos los países buscan como socio: las grandes economías europeas, los países de Asia, el gran sudeste asiático, el Pacífico, norte y sur de América, África; todos quieren acuerdos y firman convenios con el ánimo de alcanzar el enorme mercado chino de robusto poder adquisitivo o acceder a su enorme desarrollo tecnológico y capacidad de inversión.
Pese a la claridad de las cosas, algunos países intentaron “mantenerse a dos bandas”, y eso no es posible: el precio fue muy costoso. Guatemala y Paraguay, que aún mantienen “relaciones diplomáticas” con Taiwán, se pierden el acceso a un extraordinario y gigantesco mercado y, encima, quedan excluidos de extensos programas de cooperación regional, que ya aprovechan varios países de la zona. El café, el azúcar y los bananos guatemaltecos llevan años sin llegar a los inagotables negocios chinos.
En la otra acera está El Salvador, que en 2018 tuvo la visión de romper sus lazos con Taiwán y reconocer -como la mayoría del mundo- el principio de una sola China; los resultados se notaron de inmediato: una amplia cooperación en infraestructura, agricultura, ciencia y tecnología, educación; además, mejoras en las exportaciones de café y azúcar. Todos hemos visto sorprendidos, en diferentes publicaciones, la nueva Biblioteca Nacional, un fabuloso edificio construido con la asistencia de China, y que ya se ha convertido en el emblema del país. Lo mismo ha ocurrido con Panamá luego de establecer relaciones con China en 2017, que logró significativas inversiones y proyectos que lo han fortalecido como centro logístico y marítimo regional.
Para ser más claros, a veces no hay una “pregunta de respuesta múltiple” en las relaciones internacionales, sino “respuesta única”. Eso pasa con el principio de una sola China, no hay y no puede haber “vía intermedia”. De modo que la pretensión de unos cuantos despistados de tomar “relaciones diplomáticas” con Taiwán significaría socavar y negar la soberanía y la integridad territorial de China, afectando los intereses del gigante asiático.
Las consecuencias serían inmediatas: Honduras perdería la cooperación económica y comercial que, pues, aunque apenas van un poco más de dos años haber establecido relaciones, se han mantenido en un crecimiento sostenido con el impulso de ampliarlas muchísimo más. Eso no quita que podría mantener sus vínculos comerciales con Taiwán, pero no de forma oficial.
Normalmente las relaciones entre países van lentas que entre personas, pero si revisamos lo ocurrido desde que Honduras reconoció el principio de una sola China en 2023, los datos son alentadores, desde el apoyo para construir seis escuelas agrícolas, la donación de cinco mil invernaderos de secado de café, más cinco mil kits de poda para el café, la entrega de 298 ambulancias en el futuro, hasta útiles educativos para 300 escuelas rurales.
Si nos remitimos a la parte comercial, hay un acuerdo para la compra de 13,200 toneladas de camarón y la adquisición de 3 millones de dólares en tabaco. Además, hay que considerar que las exportaciones de café hondureño aumentaron 14 veces en el balance interanual de 2024.
Como ya se sabe, China es una potencia mundial en la generación de energía eléctrica, y ahora se avanza en la financiación del proyecto hondureño de la represa Patuca IIA. Aparte de eso, empresas chinas están invirtiendo en el sector textil, tabacalero y fotovoltaico; mientras, empresas hondureñas mantienen estrechas relaciones comerciales con China.
Lo que conviene a Honduras
Aunque China ha reiterado en diferentes momentos -y así lo ha demostrado- que respeta la soberanía de Honduras y las decisiones del pueblo, comprende que durante el período electoral puedan existir diferentes opiniones. El asunto es que la cuestión de Taiwán atañe a la soberanía y los intereses vitales de esa nación, y poner a prueba sus líneas rojas no es una opción prudente.
China es la segunda economía del mundo, el primer país en comercio de bienes, el segundo mayor mercado de consumo y cuenta con más de 400 millones de personas de clase media. Es el único país que posee todas las categorías industriales del sistema de clasificación de la ONU, y su producción manufacturera representa aproximadamente el 35% del total mundial.
Si se mide todo esto -como lo hacen otras naciones- se concluye que para Honduras, la opción que mejor responde a su interés nacional es mantener el principio de una sola China, consolidar la amistad y cooperación, y aprovechar plenamente las oportunidades del mercado, el financiamiento y la tecnología chinos. Esto permitirá que la cooperación en agricultura, infraestructura, educación y ciencia y tecnología siga profundizándose y beneficiando a ambos pueblos.
Honduras necesita certidumbre, acceso a mercados y asociaciones de largo plazo, que son precisamente lo que China puede ofrecer. Cualquier tentativa de socavar el principio de una sola China terminará privando a Honduras de su mayor oportunidad de desarrollo en el futuro.(Por asociación de amistad China-Honduras)




















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