A medida que se aproxima el calendario electoral en Honduras, un sentimiento generalizado de frustración y desconfianza predomina entre amplios sectores de la población. La mayoría de los ciudadanos consultados expresa estar desencantada con la clase política, a la que señalan por incumplir promesas, abusar de los recursos del Estado y perpetuar prácticas corruptas sin rendición de cuentas.
METRO TV consultó en distintos puntos de la ciudad de Choluteca pidiendo la opinión de los cholutecanos sobre los políticos hondureños de los cuales una gran mayoría respondió con descepción y desconfianza en los partidos políticos.
Para muchos, todos los partidos representan una misma estructura de poder que no responde a las verdaderas necesidades del pueblo. Esta percepción ha provocado un creciente escepticismo, especialmente entre los jóvenes, quienes afirman que la política no ofrece oportunidades reales ni soluciones a los problemas del país.
Uno de los principales factores que alimentan esta desconfianza es la crisis económica. La elevada canasta básica, el alto costo de la energía y la falta de empleo han afectado directamente a la población, en especial a los emprendedores y sectores más vulnerables. Muchos sienten que las decisiones políticas están desconectadas de la realidad cotidiana.
A pesar del desencanto, algunos ciudadanos reconocen la importancia de participar en el proceso electoral como una vía para exigir un cambio. Otros, en cambio, manifiestan su intención de no acudir a las urnas, al considerar que votar ya no tiene sentido, pues gane quien gane, «todo seguirá igual».
La crisis de confianza también ha alimentado un discurso espiritual: ante el colapso de las instituciones y el descrédito de los políticos, varios hondureños aseguran que su única esperanza está en Dios y en la oración como respuesta a la crisis moral, social y económica.
El riesgo del ausentismo electoral y la apatía política es alto. La falta de líderes honestos, la desilusión acumulada y la polarización son señales de un país que se debate entre la resignación y el deseo de un cambio verdadero. Mientras tanto, la clase política continúa en pugnas internas por el poder, mientras la ciudadanía carga con el peso de un sistema que no logra transformarse.
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